lunes, 29 de agosto de 2011

Mi Paraíso Azul




Hay un lugar en la Costa Brava, entre Blanes y Cadaqués, como decía aquel... es un lugar de difícil acceso, vengas de donde vengas tienes que sortear curvas y pendientes, hay a quien el camino se le hace largo y pesado, hay quien se marea antes de llegar... no sé si es esta dificultad para acceder donde reside su encanto, o si es su playa, o su castillo, que no es castillo, sino muralla, o su faro, o si es la huella imborrable que Ava Gardner dejó en los años cincuenta. El caso es que yo llegué con mi coche cargado con una maleta para seis meses, la cabeza llena de dudas, y un mapa desplegado en el asiento del copiloto, y fui a parar al mejor lugar que una chica de 22 años podría elegir. Pasé el verano de mi vida, y me quedé. Aquel año de hace diez los planetas se alinearon para que me enamorara de Tossa de Mar para siempre. Siempre que puedo me escapo a sus playas o a sus restaurantes, a sus gentes. En verano me paseo entre la masa de turistas llena de ese sensación de pertenencia, ese extraño orgullo que te invade al pensar que ellos están de paso y a ti ese trocito de tierra te pertenece sólo por el hecho de haber vivido allí una de las mejores épocas de tu vida. Y en invierno camino por sus calles solitarias, oyendo el eco de mis pasos, contemplando las tiendas cerradas que esperan que llegue el buen tiempo, y no siento que ese lugar es un poco mío, sino que yo soy un poco suya.
Para mí, igual que para Chagall, és mi Paraíso azul.

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