martes, 4 de diciembre de 2012

Ni sí ni no, sino todo lo contrario

Dicen que viajar abre la mente, pero no viajar como un turista, sino quedándose en el lugar, integrándose, fundiéndose con el paisaje y poniéndose en la piel de la gente. 

Nací en Madrid, crecí en Cantabria y hace más de once años que vivo en Cataluña; he superado con éxito el laísmo, el leísmo y el nivel C de catalán.
Hablo a mis hijos en castellano porque es mi lengua, la de mis padres, pero tengo al suerte de haber aprendido el catalán, un idioma que me apasiona y gracias a ello puedo entender a Lluís Llach. Que cada uno se exprese en la lengua que quiera, por supuesto, pero me cuesta entender que un catalán no defienda su idioma y que no sienta el temor a perderlo.

Me gustan las banderas cuando sirven para unir a un pueblo, pero no las quiero si separan.

Amo la tierra donde vivo, y para amarla no tengo que renegar de la que me vio nacer. No puedo renunciar a ningún paisaje, ni a la meseta ni a ningún mar. No sé si hace falta puntualizar pero cuando aquí se habla del gobierno central dicen "Madrid" pero Madrid es mucho más, son callejuelas estrechas con sabor a otros siglos, museos, bares donde te sirven con gracia una cerveza, es gente que te abre la puerta de su casa. Igual que en Cantabria. Igual que en Cataluña. Pero ésta es una verdad que cuesta entender si te aferras con firmeza a una sola opinión y no abres los ojos para mirar a tu alrededor con empatía. Esto no es un sí, ni un no, sino todo lo contrario. Hace tiempo que los blancos y negros se me diluyeron para formar toda una gama de grises. Esto no es posicionarme de un bando o de otro, es la expresión de un deseo, que no existan bandos, que no quiero estar ni en uno ni en otro sino en todos y en ninguno.

Imagen del blog Temas diversos

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