Muchos, muchos, muchos días sin escribir, y muchas cosas por contar.
Pero sólo explicaré La leyenda del hombre pez.
En la tierra donde crecí se cuenta la historia de Francisco de la Vega Casar, un chico de Liérganes, que se pasaba los días pescando y bañándose en el río Miera. Un día estando con sus amigos se desnudó, se tiró al río y nadó, nadó, nadó hasta perderse de vista. Sus amigos no se preocuparon ya que era un experto nadador. Pero pasaron las horas y el chico no volvió. Y pasaron los días y pasaron los meses. Al cabo de cinco años un ser extraño se les apareció a unos pescadores en la bahía de Cádiz, un ser acuático con apariencia humana o quizá un ser humano con apariencia acuática. Cuando lo examinaron vieron que se trataba de un hombre joven con una particularidad, tenía una tira de escamas que le nacía en la garganta y le terminaba en el estómago y otra tira de escamas que le cubría el espinazo.
Y ésta es la historia de Francisco de la Vega Casar, que a fuerza de nadar y nadar y nadar se convirtió en pez.
Yo espero que me crezcan las escamas de un momento a otro.
Por fin, por fin habemus papam, y se pondrá fin a la anarquía en la que dejó sumida a la cristiandad Benedicto equis uve palito, cuando dijo que estaba cansado y que se largaba. Se acabó la fornicación indiscriminada en la vía pública a plena luz del día y el comer chuletones los viernes.
En fin, que a mí ni me va ni me viene, pero si hay algo que me divierte más que los trajes en tecnicolor de la Guardia Suiza son las palabras que se han usado durante estos días.
Y es que yo soy una fan de las palabras, me gustan todas, feas, bonitas, largas cortas... Y estos señores del Vaticano tienen palabras que molan mucho. Para empezar cónclave, no me digais, tan esdrújula, tan misteriosa ella, viene del latín cum clavis, bajo llave, y hace referencia al misterio, a la reclusión a la que son sometidos los cardenales hasta que escogen un nuevo papa. Que me los imagino allí, todos juntos, haciendo vida como de campamento, carreras por los pasillos por las noches, guerras de almohadas en las habitaciones, novatadas a los más jovencitos, los que no llegan a los setenta años...Y el pobre camarlengo que es al que le cae todo el marrón, allá el hombre poniendo orden como puede y cagándose en todo.
Que se lo tienen que pasar chupi, digo yo, y habrá algunos que no se quieran marchar a sus casas, porque para ellos es como unas vacaciones de verano, y los hay que para alargar un poco más el tema escriben en la papeleta "tonto el que lo lea" (pero en latín, claro), y cosas así, para repetir la votación. Y por eso hay fumatas negras, no es que no se pongan de acuerdo, es que no se quieren ir a casa esos señores.
Decía yo camarlengo, hombre, no me digais que no es preciosa esta palabra, del latín camarlingus (va en serio). Es que es una palabra taaaan sonora, decid muchas veces seguidas camarlengo, camarlengo, camarlengo...es una palabra elegante donde las haya. Y ya fumata blanca ni os cuento. Lo que pasa es que aquí ya se me vienen a la cabeza canciones reggae y rastas y paz, mucha paz...
Y para ilustrar este post no voy a poner una foto del nuevo papa, que os vais a hartar de verlo estos días, saludando desde el balcón, no, voy a poner una foto de la Guardia Suiza que son tan cuquis ellos...pero vamos, que sí, que son todo un ejército, fieros como leones!
Y como banda sonora de esta entrada y para celebrar la fumata blanca de ayer... (atención que la letra viene mucho al caso)
Este fin de semana me propongo disfrutar, disfrutar del frío, de la música, de la lectura y de una gran mesa rodeada de amigos, disfrutar de las cosas sencillas, al más puro estilo Kinfolk.
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