lunes, 31 de octubre de 2011

Que no te den calabazas...

Estoy estos días que no paro de pensar en estas fiestas en las que estamos inmersos, porque sí, sí, Halloween se ha convertido en una fecha comercial puntera, como pueda ser el día del padre, el de la madre, la vuelta al cole, o navidad.

Mi amiga, X, ha organizado una fiesta de Halloween y otros de mis amigos se quejan  y defienden que hay que mantener nuestras tradiciones. Entonces yo me he dedicado estos días a investigar un poco más sobre nuestra tradición, qué celebramos y cómo el día de Todos los Santos. Antiguamente existía la tradición de honrar a los mártires en el aniversario de su muerte, pero como al final hubo más mártires que días tiene el año, pues la Iglesia decidió que honrarían a todos juntos el 1 de noviembre, y fuera problemas. Hoy en día lo que se hace es visitar los cementerios y llevar flores a nuestros muertos.

El origen de Halloween está en una festividad céltica, el Samhain, que celebraba el final de la temporada de cosecha y durante ese tiempo la línea entre este mundo y el otro se estrechaba y los espíritus se colaban paseándose a sus anchas por el mundo de los vivos (wikipedia dixit, no aporto nada nuevo). Y esta fiesta se exportó a América como por el siglo diecinueve, y ¡patatum! ya la tenemos aquí de vuelta a Europa con calabazas incluídas.

Pues a mí me gustaba más cómo se lo montaban los celtas, que en general me gustan muchísimo, eran una gente muy culta y qué música, no? la música celta!

Pero si hay alguna fiesta dedicada a los difuntos que de verdad me enamora es el día de muertos que celebran en Méjico desde antes que los españoles llegáramos a "descubrirlos". Se construye el Altar de muertos, con flores, fotos y la comida favorita del difunto. Además se regalan "calaveritas" que pueden ser epitafios en clave de humor dedicados a los vivos, o también dulces en forma de cráneo, que se venden en tradicionales mercados.

En fin, que lo que vengo a decir es que en esta aldea global en la que parece que nos toca vivir, en el que las fronteras se diluyen, en un mundo donde puedo elegir entre vivir aquí o allá, pasar el fin de año en la nieve o en la playa, sistema iphone o android, tener hijos o no tener, carne o pescado, café o té... y puestos a no preservar las tradiciones... por qué quedarnos sólo con las calabazas? 

viernes, 21 de octubre de 2011

¿Un café?


Me flipan las tiendas Nespresso. Desde que hay una en mi ciudad tomo más café que nunca, por el mero placer de ir a comprarlo.
Las tiendas Nespresso son el Tiffany's de los mileuristas. Hoy no he podido evitar recordar a la maravillosa Audry Hepburn hablando de la famosa joyería, explicando cómo le calma ese silencio, esa atmósfera tan arrogante "en un sitio así no podría ocurrirte nada malo". Nada malo puede ocurrirte en una tienda Nespresso. Esas capsulitas de colores brillantes perfectamente colocadas, esas cafeteras como maniquís que parecen hacerte guiños para que te las lleves a casa... y sí, yo me las llevaría todas, las instalaría en mi cocina, en mi salón, en el baño, tan elegantes... Esas personas tan atentas que te dan la bienvenida, que te atienden con una sonrisa, que te encasquetan la última edición limitada porque eres incapaz de decir que no, que te preguntan si pueden resolverte alguna duda sobre tu cafetera, si necesitas algo más... Y tú que sí, que si puedes traerte el sillón orejero de tu casa, y tu set de manicura para instalarte allí. ¡Y además te invitan a un café! Es igual que te compres una cafetera industrial o que te gastes tres euros en una cajita de Decaffeinato Intenso, te tratan como si fueras una mega estrella, te dan las gracias, te llevan la bolsa con tu compra a la zona de café, y allí te sientan con señoras que no conoces pero es igual porque recordemos que nada malo puede pasarte allí. Y te tomas el café y tienes esa sensación de que allí sabe mejor que en tu casa, y es porque todo es mejor en una tienda Nespresso.
Y por si fuera poco puedes convertir las capsulas usadas en un must have de la bisutería fina, pendientes, anillos y collares que combinan con todo por su colorido y versatilidad.

Todo son ventajas.

lunes, 29 de agosto de 2011

Mi Paraíso Azul




Hay un lugar en la Costa Brava, entre Blanes y Cadaqués, como decía aquel... es un lugar de difícil acceso, vengas de donde vengas tienes que sortear curvas y pendientes, hay a quien el camino se le hace largo y pesado, hay quien se marea antes de llegar... no sé si es esta dificultad para acceder donde reside su encanto, o si es su playa, o su castillo, que no es castillo, sino muralla, o su faro, o si es la huella imborrable que Ava Gardner dejó en los años cincuenta. El caso es que yo llegué con mi coche cargado con una maleta para seis meses, la cabeza llena de dudas, y un mapa desplegado en el asiento del copiloto, y fui a parar al mejor lugar que una chica de 22 años podría elegir. Pasé el verano de mi vida, y me quedé. Aquel año de hace diez los planetas se alinearon para que me enamorara de Tossa de Mar para siempre. Siempre que puedo me escapo a sus playas o a sus restaurantes, a sus gentes. En verano me paseo entre la masa de turistas llena de ese sensación de pertenencia, ese extraño orgullo que te invade al pensar que ellos están de paso y a ti ese trocito de tierra te pertenece sólo por el hecho de haber vivido allí una de las mejores épocas de tu vida. Y en invierno camino por sus calles solitarias, oyendo el eco de mis pasos, contemplando las tiendas cerradas que esperan que llegue el buen tiempo, y no siento que ese lugar es un poco mío, sino que yo soy un poco suya.
Para mí, igual que para Chagall, és mi Paraíso azul.

miércoles, 24 de agosto de 2011

La redes sociales y mis amigas del instituto

¿Que los jóvenes estamos (me incluyo en el concepto jóvenes, con vuestro permiso) enganchados a las redes sociales? ¡Pues a lo mejor! Pero puntualizo: no es sólo cosa de jóvenes: el otro día mi madre se enteró de que su amiga llamemosla Ana (es que se llama así) se ha separado, porque ¡cambió su estado de casada a separada en facebook!

Sí, yo estoy enganchada a las redes sociales porque me dan muchas cosas buenas.

Por ejemplo, he recuperado a mis amigas del instituto. El tiempo y la distancia hizo que les perdiera la pista pero gracias a facebook estoy conectada a ellas. Me emociono cuando María cuelga una foto de Paula, o cuando Vanesa cuenta sus historias (son todas verdad? las mejores te las cuenta en persona...!) o te pone una canción siempre acertada! o cuando Marta comparte sus obsesiones diarias...Y todo esto lo vivo a 800 kilómetros de distancia, pero me entero de todo, hay veces que no sé si las historias las he escuchado en persona o por internet, pero es igual porque cuando voy y las veo estoy al día! como si no me hubiera ido..

Es verdad que no es lo mismo que poder estar ahí, escuchar sus risas y el acento cántabro que yo ya he perdido o darnos esos abrazos que le gustan a Vanesa, de esos de corazón, pero yo ya me conformo.

Sí, las redes sociales tienen cosas muy muy buenas....

¡Un besito chicas!

lunes, 10 de enero de 2011

Elvira

Yo adoraba a mi bisabuela Elvira, la recuerdo siempre igual, por ella no pasaron los años, para mí siempre fue una abuelita de cabellos blancos, ojos brillantes y la cara arrugada de tanto reír.
Era feliz haciendfo feliz a los suyos, lo que más le gustaba era sentarse a la mesa, comer, charlar y pasar las horas haciéndonos reír, tomando una copita de pacharán. En las sobremesas con mi bisabuela siempre recuerdo una botella de Zoco.
Yo la obligaba a sentarse a mi lado en la mesa del comedor a pintar con ceras de colores. Pintábamos durante horas hasta que a ella se le hacía un surco en el dedo de agarrar tan fuerte la pintura. Al color rojo le llamaba encarnado, y yo me partía de risa.
Por las noches se sentaba en mi cama y me leía un cuento. "Bisa, así la llamaba yo, aunque entonces pensaba que se escribía con V, como las tarjetas de crédito, cuéntame otra vez la historia de ayer". Ella cogía el cuento, se acomodaba junto a mí y me contaba una historia totalmente diferente que la de la noche anterior, disparatada y sin sentido. Yo me quejaba: "bisa, ése no es el cuento de ayer", y ella se reía, con la cabeza hacia atrás, enseñando sus pequeños dientes y achinando los ojillos. Tardé años en descubrir que mi bisabuela nunca aprendió a leer, que cada vez que abría un cuento se le presentaba ante sus ojos un galimatías de hormiguitas negras imposible de descifrar. Pero ella lo convertía en increíbles historias para dormir, siempre distintas.
Es lo más parecido a un ángel que conozco. Al final de sus días le crecieron un par de alas y se fue directa al cielo. Allá debe estar hoy, celebrando su cumpleaños, disfrutando de una eterna sobremesa y pintando el cielo de atardeceres encarnados.
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